Les saludo con mucho agrado, centro mi artículo de este mes en los jóvenes, considero no son el futuro de nuestro país, por el contrario si son el presente que vive, que siente y que necesita el impulso necesario por parte de padres maestros, autoridades y sociedad en general para que logren catapultarse al éxito, que contribuyan en la edificación una sociedad moderna que tenga su principal cimiento en los valores.
Comparto un poco de vivencias que permitan fundamentar mi enfoque sobre el tema y que ilustren de mejor manera la lectura del mismo.
Actualmente imparto conferencias de desarrollo humano, estoy haciendo un postgrado a nivel maestría, tengo a mi cargo la dirección general del corporativo y con la consultoría empresarial, asesoramos a diferentes empresas y tengo la oportunidad de viajar constantemente, llenarme de nuevas experiencias y hacer lo que me gusta, aclaro que todavía hay múltiples dificultades, pero en mi tengo la decisión de transformarlas en retos, hay carencias, pero aprendí a valorar lo que tengo, no espero más de lo que merezco, pero si aspiro a seguir con mi proceso de crecimiento.
Recuerdo las carencias económicas de la familia, todos colaboramos con entusiasmo y dedicación en la tarea diaria, mi primer trabajo como vendedor de periódicos lo realicé con mucho agrado y ahí descubrí la profesión de ventas, que más tarde desarrollé iniciando una empresa dedicada a la promoción de material educativo y cultural para atacar de raíz el talón de Aquiles de nuestro país, es difícil, promover cultura y educación en nuestro país, pero lo seguimos realizando con mucha fe, dispuestos a aportar lo que nos toca para la transformación de la sociedad en la que vivimos; esto lo hago como una actividad adicional a la colaboración en otros proyectos prometedores, con personas de diferentes perfiles, pero que coincidimos en la investigación de todo lo relacionado al campo del desarrollo humano.
Con mi primer trabajo vendiendo periódicos comencé mi independencia económica de mis padres y por eso afirmo categóricamente, que los jóvenes de hoy deben compartir, más que responsabilidades, retos que desafíen su capacidad creadora, que ellos sientan la necesidad de resolver problemas y posean un bagaje amplio de conocimientos que les permitan enfrentar las adversidades.
Está comprobado que los conocimientos que aprende el individuo, que son reforzados al aplicarlos inmediatamente a la realidad son los que predominan y nunca se olvidan, a diferencia de lo que se aprende sin testimonios firmes, la práctica de la actividad que te permita conocer y escudriñar además de valorar la actividad que realizas, es fundamental para el rumbo que definirás en el futuro.
Entre más rápido se tenga contacto con la vida laboral a través de experiencias motivantes y enriquecedoras, mayor es la probabilidad de que un joven sea autosuficiente y no solo obtenga el éxito en la vida, también aprenderá conceptos como la disciplina y responsabilidad.
Si queremos proteger a los jóvenes para que cuando enfrenten las decisiones más importantes de su vida, lo hagan de forma adecuada, debemos ponerles a su alcance información certera y confiable; los jóvenes obtienen información de los amigos, de los medios y hasta del Internet, cuando lo correcto sería que los padres estimulen la plática continua sobre lo que represente interés del joven, temas como por ejemplo la sexualidad y la drogadicción, en los que recurrentemente se equivocan.
Debemos proveerlos de la educación, el afecto y los valores que satisfagan sus necesidades físicas, cognitivas y emocionales, que tengan el contexto de convivencia armónica y los espacios de desarrollo de hábitos como el deporte, la lectura, la cultura, la danza, el teatro, entre otras múltiples actividades que enriquecen su formación.
Los jóvenes manifiestan de diferentes formas las situaciones que viven, visten estrafalariamente, usan aretes, muestran profunda rebeldía, gritan, ríen, lloran y hacen todo lo que está a su alcance para llamar la atención de sus padres, en ocasiones la forma en la que conducen su vida no es siguiendo la moda, sino una forma de ser tomados en cuenta por la falta de atención de sus padres, y estos, tienen que saber interpretar a tiempo estas manifestaciones, que son gritos desesperados pidiendo auxilio.
Cuando los jóvenes enfrentan los problemas del mundo, no hay nadie que les pueda ayudar más que sus propios padres, si se sabe esto y es de dominio público, es inexplicable como ante un problema de drogas, alcoholismo, un embarazo no deseado u otra situación similar, los padres son los primeros en dar la espalda a los jóvenes, quizás se sientan decepcionados y el enojo sea muy grande, pero como seres humanos estamos propensos a caer en errores que si tienen buen manejo los podemos transformar en bendiciones, si los problemas se presentan, se tiene que encontrar la solución adecuada en el tiempo indicado y los padres deben estar ahí, no hacerse a un lado por qué finalmente todo lo que le pasa a un joven antes de que cumpla su mayoría de edad es responsabilidad de ellos como formadores, aunque en ocasiones se quería evadir este compromiso.
Finalmente si hay un vínculo afectivo de confianza que permita una comunicación abierta entre los integrantes de la familia y se tocan con los padres temas que inquietan a los jóvenes, con disposición de participar y orientar a los hijos muchos problemas se evitarían, pero ese vínculo de confianza se tiene que cultivar para que los jóvenes puedan con libertad y sin temor a ser reprimidos, hablar con toda confianza sobre sus dudas e incertidumbres, para que puedan tener la orientación necesaria para conducir su vida con responsabilidad, liderazgo y sensibilidad, para detectar los factores de desarrollo que se presenten en su camino diario, logrando con esto consolidarse como los jóvenes líderes que muevan al mundo, y que dentro de este grupo de líderes, indudablemente este nuestros hijos y nuestros alumnos.
Indudablemente, el joven moderno tiene que saber que todo en la vida es sacrificio pero no sufrimiento, que deben adaptarse y aceptar de manera gustosa el nivel de vida que sus padres pueden darles y contribuir a apoyarlos en el sustento del hogar, que el orgullo por sus padres debe prevalecer siempre, deben aprender a soñar alto y creer que todo lo que el ser humano es capaz de imaginar es posible, con esfuerzo, constancia y dedicación, deben saber asimismo que se tiene que cumplir con las reglas que los padres impongan en el hogar para cultivar el valor de la disciplina y la perseverancia.
En mi experiencia personal, puedo decirles que en diversas ocasiones sentí la impotencia de tener que cumplir las reglas que mi padre ponía en casa, hoy agradezco que gracias a estas reglas no desperdicie mi vida en la mundanidad de las cosas triviales, llegué a sentir deseos de que mi padre no viviera para hacer lo que todos mis amigos, tomar hasta altas horas de la noche, e incluso no llegar a dormir por seguir la parranda, ser libre como ellos, una libertad disfrazada que nos ofrece placeres temporales, pero que nos conduce a un abismo profundo de soledad, penas y sufrimiento, afortunadamente tuve a mi padre que por el contrario mi brindo seguridad, confianza y amor.
En este momento reconozco y digo a los jóvenes: los padres lo único que quieren es tratar que los hijos no cometan los errores que ellos cometieron, que no sufran lo que ellos sufrieron, aunque en ocasiones los métodos que utilizan no parezcan los más apropiados, lo hacen de todo corazón y los jóvenes lo deben tener presente para evitar acumular resentimientos y frustración.
¿Qué estamos haciendo? o ¿Qué no estamos haciendo? ¿Por qué pasa todo esto? podemos pensar en muchas razones: falta de valores, de comunicación entre padres e hijos, el aumento de divorcios entre las parejas, presiones del entorno social o mil cosas más. Sin embargo, aunando a todo lo anterior la razón más contundente es la falta de compromiso de todos los involucrados en la formación de los jóvenes para hacer no hacer esfuerzos aislados y trabajar de manera integral. Para lograr el éxito en la vida se debe ser honesto con uno mismo. Desde hace cuatro siglos Shakesspeare explicaba en sus obras las tendencias del hombre a vivir con una alta dosis de autoengaño; nos gusta imaginarnos una falsa realidad “lo último que podemos hacer es mirarnos al espejo y engañarnos nosotros mismos”.